Esperándote

La noche empieza a ser cerrada,la habitación en penumbra de tonos anaranjados. Un olor a incienso expresamente traido de India se mezcla con la música relajante que llena toda la habitación. Las llamas de las velas, como si de un balet se tratara, danzan al ritmo de la múscia, parecen ser cómplices de éste momento tan mágico, tan especial.

Estoy esperando recostado en un enorme cojin blanco que hay en medio de la habitación, en el suelo, descalzo. En parte nervioso, en parte ansioso de que llegue el momento. El momento que tanto tiempo he esperado, ese en el que he estado pensando los últimos meses y que ha sido protagonista de mis noches en vela.

Mi corazón se acelera, se para, parece que baila al ritmo del tenue saxo de fondo. Sudor, calor y frio a la vez.

Tengo algo importante que decirle, pero no nos entendemos. Yo escucho pacientemente todas las cosas que tiene que decirme al final del día, pero no se da cuenta, no me escucha, no me entiende.

Escucho la llave en la puerta, mi corazón empieza a latir como si me fuese la vida en ello. De un salto me pongo en pié y corro a su encuentro, me resvalo, voy como deslizandome, deslizandome por las esquinas de la casa hasta que nos encontramos en medio del pasillo.

La felicidad me embarga, si pudiese llorar lo haría en éste preciso momento.

Caricias, besos, una felicidad inmensa recorre, como si fuera sangre,todo mi cuerpo. Ella acaricia mi pelo suavemente, con ternura. Hablo, pero las palabras no me salen. Intento decir tantas cosas en tan poco tiempo...

Salimos por la puerta los dos a un tiempo, daremos un paseo en compañia de la noche, la luna, las pocas estrellas que Madrid nos deja ver y sobre todo en compañia de los demás perros del parque.

Ya hablaremos otro día. Ojalá entienda algún día mis ladridos, esta noche aullaré a la luna, ella si que me entiende.