La cajita transparente

La mujer transparente solo tenía consigo una pequeña caja transparente, una caja repleta de sentimientos transparentes y vacíos. Triste y desolada sólo cuando por alguna extraña razón una lágrima se escapaba y recorría su mejilla hasta caer en el fondo de la pequeña cajita se podía vislumbrar su gesto serio. Sólo en los fríos y cortos días de invierno en los que la lluvia dejaba ver su reflejo en los ondulantes charcos bajo sus pies descalzos.

Aquella vez se encontraba contemplando la puesta de sol desde la gran roca del acantilado cuando una pequeña mariposa blanca se posó sobre su mano extendida. Una emoción le recorrió el pecho, una sensación que nunca antes había sentido. Entonces y sin ninguna explicación uno de los pequeños sentimientos que estaban olvidados en el fondo de la pequeña caja transparente empezó a ponerse del color de la puesta de sol, y con él la cajita empezó a dibujar su figura, ese cosquilleo seguía por todo el cuerpo hasta que sus mejillas se sonrojaron de tal manera que por un solo instante ella podía ver todo lo que la rodeaba y por primera vez el mundo pudo contemplarla, desnuda, frágil, sonriente...

La mariposa se fue y con ella las mejillas volvieron a ser transparentes, la cajita se fue diluyendo en el aire y los sentimientos volvieron a ser transparentes. Sólo se veían las huellas de los pies desnudos alejándose por la playa mientras se atisbaba una sonrisa transparente en la mujer transparente.

Solo cuando realmente sentimos nos mostramos tal y como somos.